Acaba, por fin, un día muy largo.

Ya no es San Juan.

Pero aun hay fuego en la calle.

Y parece que el ruido tardará en salir de mi cabeza.

Yo, que busco la magia a diario, me siento perdido en San Juan.

Tal vez sea que allí donde otros ven la noche más corta, yo siento como la noches empiezan a crecer.

Sigo teniendo miedo a la oscuridad.

Es un miedo domado. Callado.

Pero está ahí.

Y en noches como esta, en las que la vida me fuerza a enfrentarla, ese miedo se hace fuerte.

El ruido de mi cabeza se va.

Y el silencio quema.

Cuando la noche me atrapa y el silencio me envuelve. Cuando el miedo se hace fuerte.

Pienso en huir a la montaña.

Raptarte para mirar al cielo, sobre el agua del suelo.

Viajar juntos a las estrellas y bailar sombrías canciones.

Las que bailamos enseñando los dientes, forzando los labios.

Demostrando al mundo que no importa la sangre, mientras sea nuestra.

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Un hombre hecho de primavera y festival.
Un hombre con dientes de león.
Un hombre vestido de sol.
Un abrazo sentido.
Fuerte.
Seguro.


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