Diez de la mañana de un cuatro de agosto; el cielo sonríe y en la cama una Diosa y su mesías parecen no tener intención de despertar.
el tiempo acompaña y las nubes, empujadas por el viento, dibujan el cartel de la fiesta anunciada.
ya se puede oler la futura neblina de champán y polvora; la luna, impaciente, mira al descampado. Sabe que, no dentro de mucho, la gente, bebida, verá explotar sus sueños durante cinco minutos, con el corazón bien caliente y los ojos bien abiertos. acompasando los latidos a cada detonación.
pero en la cama, ninguno tiene intención de despertar, no aun, no hasta que quede media hora, esa que tan rico sabe.
el tiempo acompaña y las nubes, empujadas por el viento, dibujan el cartel de la fiesta anunciada.
ya se puede oler la futura neblina de champán y polvora; la luna, impaciente, mira al descampado. Sabe que, no dentro de mucho, la gente, bebida, verá explotar sus sueños durante cinco minutos, con el corazón bien caliente y los ojos bien abiertos. acompasando los latidos a cada detonación.
pero en la cama, ninguno tiene intención de despertar, no aun, no hasta que quede media hora, esa que tan rico sabe.
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